El otro día comentando con mi sobrino que está en un curso de formación deportiva para chavales me contó que su profesor era totalmente contrario al fútbol en la infancia. Curiosamente el profesor ha sido profesional del mundo del fútbol y además confesaba que es un deporte que le encanta.
Lo que exponía era lo siguiente:
El fútbol en la infancia no divierte. Llega a momentos en los que obsesiona, normalmente alentado por los padres que ven en su hijo el futuro Messi.
En edades de primaria es un deporte totalmente individualista en el que no se juega en equipo y en el que manda el que mejor juega o el dueño del balón.
Fomenta el clasismo entre los niños que juegan bien y los que juegan mal que se sienten tirados en los recreos. Entre el capitán que elije en los equipos y el último de la lista que normalmente acaba de defensa estorbo.
Consigue que aflore un sentimiento de rivalidad y competitividad que, desgraciadamente, ya tendrán tiempo de aprender en la vida como par fomentarlo.
Igual todas estas reflexiones nos pueden dar una sensación demasiado al límite pero, os prometo que a mi me han hecho dudar porque veo que no dejan de tener buena parte de razón. También reconozco que ni me gusta el fútbol, ni me ha gustado nunca y que a mi siempre me han elegido el último en los equipos y nunca me ha afectado para nada pero igual si se debe de fomentar en los recreos otras cosas.
Un amigo que es director de un colegio me comentaba a raiz de este tema que en su colegio no prohiben pero no fomentan para nada el fútbol y sí otros deportes. Que los niños que juegan bien a una cosa tengan a veces que estar en el lado contrario viéndose más torpes en otras. No se cómo pero desde luego que a mi me gustaría que también en los recreos se trabajara más sembrando humildad en el talento, reforzando la magia de compartir y realizar trabajo colaborativo que en la competencia y en la rivalidad.
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